Hopkinson Smith en el Centro Cultural Kirchner : Una alquimia singular
En el Segundo Encuentro de Música Antigua, el experto intérprete de laúd, uno de los más importantes de su generación, presentó un excelente programa de música isabelina que combinó virtuosismo y melancolía.
La presencia de Hopkinson Smith en el CCK fue un raro lujo que apreciamos algunos, en una Ballena Azul con algunos claros en la platea, cosa extraña dada la relevancia del intérprete. Es verdad que la escucha de un laúd renacentista, rodeado de más de trescientas almas en un espacio tan amplio, es algo poco natural. En el siglo XVI una interpretación de estas características se hubiese hecho en un espacio pequeño con sólo un puñado de oyentes sentados muy cerca unos de otros.
Fue un acontecimiento singular, por varias razones. La primera, el intérprete: se trata de quizás del laudista más importante de su generación y uno de los mayores expertos en instrumentos de cuerda pulsada del mundo. Luego, el instrumento: es muy poco usual en nuestro medio un concierto dedicado completamente al laúd —del que Stravinsky dijo que es “quizás el más perfecto y ciertamente más personal instrumento de todos”—. Y finalmente el programa, compuesto por una colección de piezas inglesas de la Edad de Oro isabelina compilada por el mismo Smith, que alternó en sus dos partes entre la melancolía y la alegría.
Smith demostró en el concierto que es uno de los grandes: su musicalidad va mucho más allá de la limitación natural que uno supone tiene la voz de su instrumento. Su toque es claro, virtuoso cuando es necesario, pero con una calidez emocional que hace sentir cercana a la música antigua. Logró generar una atmósfera que es imposible de recrear con una orquesta, un recital de piano o de violín: intimidad, sofisticación y emocionalidad son las características para definirla. Ya sea en una pavana como Pavana Bray de Byrd, en las gallardas, en la compleja fantasía imitativa Gregorio Huwet de Dowland o en las maravillosas variaciones sobre Carman’s Whistle de Johnson, el acercamiento del laudista fue siempre el mismo: encontrar el alma de cada pieza a través del uso de una sofisticada y sutil ornamentación, haciendo de cada una algo único e irrepetible. Incluso el bis, una reducción para laúd de una Canción sin palabras de Mendelssohn hecha por el propio intérprete, sonó como escrito originalmente para el instrumento.
Las décadas de investigación de Hoppy —así se hace llamar Smith— como musicólogo, además de su participación durante años en Hespèrion XX —conjunto magistral del que fue uno de los miembros fundadores junto a Jordi Savall y Montserrat Figueras— hacen de él un músico único. Sus grabaciones a lo largo de los años del riquísimo repertorio alemán, francés, italiano, inglés y español para guitarra, vihuela y laúd, es seguramente uno de los mayores legados musicales de los últimos treinta años. Sus discos sobre la adaptación al laúd de las Suites de Bach para cello son joyas dentro del maremágnum de grabaciones de dichas obras.
Curioso, humilde, con un conocimiento cabal del repertorio y sus desafíos, y con una sensibilidad musical singular, Hoppy es claramente uno de los más altos exponentes de una generación que hizo descubrir y disfrutar al mundo el enorme tesoro escondido en la música antigua. Fue un privilegio el haber podido ser parte de esta experiencia.
by Alejandro Mashad (Tiempo de Musica)